UN COMUNICADOR QUE ES SOCIAL.
- Cristhian Jumbo
- 12 dic 2018
- 7 Min. de lectura
Es verdad que dentro de la academia vemos a la Comunicación Social como una ciencia, abarcando cada uno de sus componentes, pero llega un punto en el que debemos detenernos a pensar en el nombre de nuestra carrera y en este detenimiento nos damos cuenta que solo hemos abarcado la parte comunicacional, evadiendo la parte social. El ser social es una cualidad que atraviesa por completo al comunicador, en tal sentido que transforma el ejercicio de su profesión.
Hoy en día existe una gran preocupación por la formación integral que debe tener un estudiante universitario, en relación a una situación particular que acontece en más de una institución de educación superior. Dentro de la academia se trabaja, en mayor porcentaje, sobre teorías y argumentaciones que nos hablan de los correctos procesos comunicacionales, pero ¿qué hay de la otra parte?, la menos técnica, la menos exacta, la que varía, la que le da el sentido a nuestra carrera, la que es vivencial, la que complementa nuestra mención, la social, es decir ¿qué hay del ser parte de la comunidad?
El término “social”, inmerso en el nombre de nuestra carrera, transforma el escenario en humano, situando al hombre como eje de nuestra humanidad, por lo tanto, de nuestro proceso de comunicación. Una palabra, muchas veces desapercibida, que nos brinda la dimensión sensible del comunicador social y la motivación real de su formación; nos propone ver a los otros como sujetos, parte de nuestra comunidad, y no como objetos manipula-bles.
Ser social evidentemente implica ser humano, pero durante mucho tiempo se ha conocido que el hombre vive en pos de su propio bienestar, así para Hobbes (filósofo, 1672) la naturaleza humana es esencialmente egoísta y egocentrista, pero ante la situación de inseguridad y temor en la que “el hombre es un lobo para el hombre”, los hombres llegan a renunciar al interés personal, a su derecho absoluto sobre los bienes materiales, a su mirada egocentrista, mediante un pacto con su humanidad. Al contrario, consideramos que el ser social implica ser humano capaz de percibir su vida, sus habilidades, su profesión en pos de otros; sosteniendo convincentemente que la humanidad y dignidad suyas no son fruto de un privilegio, sino una cuestión ontológica inviolable.
En relación a esto, el término “humanidad” proviene del vocablo latino humanitas que significa “cualidad de humano”, relacionado con la naturaleza del ser humano; así también muchos aspectos como: la flaqueza propia del ser humano, el conocimiento de las necesidades del prójimo, la afabilidad, honestidad, transparencia, entre otras características que el hombre recibe de su humanidad y que no le impiden reconocer la de los demás.
Pero si el término “humanidad” engloba todas estas características ¿Qué implica entonces “ser humano”? Es sencillo, esta expresión está compuesta de un verbo y un sustantivo; siendo el verbo, la acción del sujeto, lo que reafirma el significado del sustantivo “humano”, haciéndolo posible, real, haciéndolo verdad. Como diría Tomas de Aquino es el “modus operanti (acción que se hace verdad)”. Entonces, frente al descubrimiento de la humanidad del ser humano, nos encontramos ante varias incógnitas que se fundamentan en la responsabilidad que esto conlleva, es así que a nuestra mente llegan dudas como ¿Qué debo hacer? ¿Qué me compete? ¿Cuál es mi responsabilidad como ser humano?
Como un intento por responder a tales planteamientos, se ha considerado pertinente tomar en cuenta la propuesta de Bernal (2002) que menciona:
La responsabilidad del ser humano como individuo social es bastante grande y se logra a partir del establecimiento de los ideales de igualdad y la prevalencia de sentimientos como el afecto, la amistad, el amor, la cooperación y la solidaridad sobre los instintos tales como la dominación, la jerarquía, el no reconocimiento y la intolerancia, lo que le permitió concebir a los demás como el «otro yo». Este acto de conciencia permitió crear una moral que inspiró la formación de lo social, basado en el carácter libre, autónomo e igual de los individuos (p.2).
Por lo tanto, logramos comprender que solo llegamos a ser “sociales” en la medida en que entendamos la humanidad de la que estamos dotados, la humanidad del otro. En ese instante las personas significarán para nosotros algo más que una nota periodística por cubrir, dejarán de ser ese objeto de beneficio personal. Entonces, el comunicador social será una herramienta para alcanzar el desarrollo, la justicia, la equidad en bien de la comunidad.
El entendernos como comunicadores sociales, partiendo de la descripción anterior de “ser social” y “ser humano”, es entendernos, no como periodistas corresponsales de la Internet o Facebook que se limitan solamente a transcribir la información de otros medios o a informar desde lo comercial, desde lo vacío, desde lo inhumano. Sino que más bien nos veríamos como comunicadores parte de la comunidad, porque de ahí se deriva el nombre de nuestra profesión. Y es en ese momento cuando la comunidad nos siente parte de ella y siente nuestro respaldo para poder desarrollarse como tal.
Sin embargo, me pregunto ¿hoy en día somos seres sociales? Si un pastor debe oler a su oveja y un carpintero a la madera, entonces un comunicador social, por lógica, debería “oler” a su comunidad, como una forma de ser parte de ella, pero, realmente, nos hemos limitado a ver desde nuestra ventana, desde lejos, desde donde estamos a salvo. Muchos comunicadores han perdido el sentido de su vocación, dejándose manejar al antojo del mundo secular, incluso, dejando a un lado los principios éticos y morales que antes primaban. Por este motivo, parte de la comunidad no quiere creer en los comunicadores, talvez porque, a lo largo del camino, van perdiendo la fuerza arrasadora de la conjunción del pensamiento y la vida. Las comunidades nos sienten distantes y esto produce que cada discurso nuestro no sea creíble frente a sus ojos. En tal sentido, la convicción nace del conocimiento y para explicar este planteamiento es preciso retomar el relato Harvey Cox (teólogo, estadounidense) parte de su libro “Ciudad Secular”:
Un circo de Dinamarca fue presa de las llamas. El director del circo envió a un payaso, que ya estaba preparado para actuar, a la aldea vecina para pedir auxilio, ya que existía el peligro de que las llamas se extendiesen incluso hasta la aldea, arrastrando a su paso los campos secos y toda la cosecha. El payaso corrió a la aldea y pidió a sus habitantes que fuesen con la mayor urgencia al circo para extinguir el fuego. Pero los aldeanos creyeron que se trataba solamente de un excelente truco ideado para que en gran número asistiesen a la función; aplaudieron y hasta lloraron de risa. Pero al payaso le daban más ganas de llorar que de reír. En vano trataba de persuadirlos y de explicarles que no se trataba ni de un truco ni de una broma, que la cosa había que tomarla en serio y que el circo estaba ardiendo realmente. Sus súplicas no hicieron sino aumentar las carcajadas; creían los aldeanos que había desempeñado su papel de maravilla, hasta que por fin las llamas llegaron a la aldea. La ayuda llegó demasiado tarde, y tanto el circo como la aldea fueron consumidos por las llamas (1968, p.162).
Con esta narración metafórica ilustra Cox la situación de muchos profesionales que ven en el payaso la realidad del comunicador social actual, quien, por culpa de su traje, estereotipos o etiquetas sociales, no se hace parte de la comunidad, sino que, a semejanza del payaso, solo muestra espectáculos que conmueven y no reflejan la seriedad de ciertas circunstancias. Lo único que, según Cox, debía hacer el payaso era quitarse su traje para que las personas le creyeran, eso lo haría parte de ellos y la ayuda llegaría. En nuestro caso, el comunicador debería hablar el mismo lenguaje de su comunidad para poder ser entendido por esta.
Muchos comunicadores empezaron colocando el corazón en su carrera, pero frente a la burocracia con la que se convive se volvieron prisioneros de esquemas, reglas, códigos, un sinnúmero de prohibiciones que coaccionaron, de alguna manera, la libertad. Y, junto a estas restricciones, también limitaron su humanidad. Muchos perdieron la iniciativa entre los papeles, la rutina, la hegemonía de todos los días. Otros se convirtieron en bocinas que solo perifonean información, hablan con frialdad, frialdad que devela una frustración evidente; parecieran seres inertes y mecánicos que han dejado de lado el “ser humanos”.
El conocer las implicaciones de nuestra carrera resulta un impacto, muchas veces violento, pues, al igual que una relación de pareja, al principio todo es perfecto, todo marcha sobre ruedas, se inicia con la ilusión y las emociones a tope, pero en el camino se madura y la ilusión se convierte en amor, que parte de la aceptación. Exactamente lo mismo pasa con nuestra profesión. Al inicio hay una emotividad imperativa, luego se pone a prueba nuestra humanidad, para, finalmente, aceptar la humanidad del otro; amar lo que hacemos.

En relación a esto, se propone que en nuestras aulas se creen espacios concretos de vinculación social con las comunidades, donde se elaboren proyectos para mejorar el estilo de vida de muchos, a través de la comunicación social. Productos tales como publicaciones, reportajes, entrevistas sobre realidades concretas, que no se queden en una maqueta de presentación sino que sean percibidas por toda la comunidad. Los estudiantes nos beneficiaríamos en cuanto a conocimiento y, lo mejor de todo, obtendríamos la satisfacción de ser parte de nuestro entorno. Asimismo, la comunidad encontraría, en el comunicador social, el respaldo de sus luchas y el fortalecimiento de sus convicciones.
FUENTES DE INFORMACIÓN
Bernal, J. (2002). Ética de la responsabilidad del ser humano: Un fundamento evolucionista de la naturaleza humana y su correlación con los derechos humanos. Revista de derecho. Universidad del norte. 18(26).57.
Cox, H. (1968). La Ciudad Secular; secularización y urbanización en una perspectiva teológica (The Secular City). Barcelona: Ediciones Península.
Hobbes T. (1672). Relación del hombre con los demás. Filosofía. Ministerio de Educación Política Social y Deporte. 5(10). 2.
Nietzsche, F. (1889). Ecce Homo. Alemania: Editorial Alba.
Ramírez, E. (2009). Evolución, cultura, complejidad; La Humanidad que se hace a sí misma. Madrid: Editorial Universitaria.
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